Bendice, oh Dios nuestros días,
éste y los que están por venir,
bendice nuestros labios
y las palabras que decimos
y las que hemos de pronunciar.
Bendice nuestros cuerpos
con sus bienestares
y con sus dolores, con su danza
y con su quietud.
Bendice nuestra mirada,
la interior para no dejar de ver la luz
y la exterior para no perder de vista
nuestra razón de ser.
Bendice nuestras manos,
para extenderlas hacia las otras,
soñando lo justo y digno
y para extenderlas hacia nosotras mismas
para recibir consuelo.
Bendice el abrazo que damos con amor
y limpia la mano que damos con miedo.
Bendice nuestro deseo de ser luz y ser amor,
de ser canto y bálsamo
de sentirnos habitadas por el misterio
y por la inmensidad.
Bendice nuestro camino con las otras y los otros
acógenos en tu sabiduría y danos fidelidad y amor
para con ellas y ellos.
Bendícenos cada día y cada hora
porque bajo tu sombra estamos
y bajo tu canto ponemos
nuestro corazón.
Autora: Mª Helena Céspedes (Colombia)
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