ME ACOMPAÑA GENTE ESTUPENDA... DE "ESA GENTE QUE ME GUSTA"...

lunes, 4 de enero de 2010

HISTORIAS DE UN HORMIGUERO



Hace relativamente poco tiempo,

en un lugar perdido de un pasado inconcluso,

se tejía una tela del tiempo, cual araña en su afán por cazar moscas,

atrapando historias en sus redes, capturando sueños, también memorias.


Una tela tan vulnerable como un punto de vista,

tan infranqueable como la tozudez que produce ceguera,

que deja ver, pero no una realidad cualquiera,

sino tu realidad, tejida entre otras miles, desarrollada en plena pubertad colectiva.


Destacando sin enrojecerse, tal como el primer tomate del año,

que alza su color sobre los demás, demostrando que sí es posible madurar,

almorzando de la huerta de la sabiduría variable de lo conocido como tiempo,

sin lugar concreto pero sin desubicarse en pleno mapa dimensional.


Caracterizando su propio mundo, con reclamos de esperanza,

encareciendo el precio de la tristeza, abaratando la felicidad,

igualando las miradas, desestabilizando la teoría estructurada,

haciendo cábalas sobre el coste de la ex – utopía, tal hazaña, tal recargo.


Todo conlleva un precio más allá del monetario,

el esfuerzo sumado con el don del tiempo,

es el precio más fortuito e inexpresable de esta realidad incierta y variable, según qué retina,

es el símbolo de la felicidad no congregada en un pedazo de árbol procesado químicamente.


A la par que realizas la ecuación de la felicidad,

indagando en la suma de semejantes partículas diferenciadoras de realidades,

vas simplificando un resultado cada vez menos complejo,

vas trazando callejones a través del complejo hormiguero que es tu mentalidad arraigada.




Alimentando tu propio hogar, qué eres tú mismo,

expresando energía a través de esos callejones,

figuras geométricamente imperfectas e inestables envueltas en un halo de confianza,

destapando las carencias de las reglas establecidas por la física moderna.


Apaciguando dudas, mientras canalizas tu energía,

en pos de solventar las promesas de un desarrollo sosteniblemente fiel,

derrumbando ruinas construidas por tu intelecto,

arriesgando la certeza de la realidad aparente, vine a chocar contra el muro de la discordia.


Pedaleando rumbo a ningún lado se llega a todos los sitios,

lugares remotos, arrinconados en lo más profundo de una mente colectiva,

que parece olvidar el pasado que tejió su presente de manera mixta,

obviando su irreconocible presente, que a pesar de las desavenencias sigue estando vigente.


Atomizando cada una de nuestras ideas en pequeñas gotas de confusión,

siendo producto de un interés generalizado al por menor,

descuidando nuestra verdadera belleza,

transparencia de los senos vitales, amamantando nuestra mente con calcio contraproducente.


Topando contra una creencia visiblemente relativa,

venimos a caer en la cuenta, de que nuestra telaraña es de procedencia desconocida,

que nuestro hormiguero ha sido prefabricado en, vete tú a saber dónde,

que tú eres un resquicio de quién tú deberías ser.


Así pasan los días, sometidos a una tiranía imperceptible,

comandados por un ejército provocador de causas no casuales,

indefensos ante una presión etnológica del saber popular,

delimitados por un dibujo abstracto de una tierra común.




Condecorados con distinción auto – inculcada por las más altas pretensiones de calificación,

reubicados terrenalmente en zonas marcadas por una línea abstracta,

pintando de colores la automatización del progreso evolutivo,

agrupando según estos colores, los valores morales y los prejuicios conducentes a la barbarie.


Tras conquistar parcelas de tierra, se crea el peaje,

pero no hablo del peaje monetario, sino del peaje que has de pagar según tu realidad,

según tu pigmentación o tu zona dónde estableces tu círculo vital,

y es que, tras la conquista de las tierras, se busca conquistar el terreno mental.


El ser humano, incansable en su lucha de conquistas,

no se basta con pretender hacer suya una parte del progreso común,

pretende alcanzar el campo de lo que se guarda bajo llave,

pretende hacer suya cada risa, cada llanto, dar a luz al pensamiento.


Y es que no hay mayor riqueza, que aquello que podemos conservar,

restaurar a cada instante, con un presupuesto más bajo de lo que algunos imaginan,

más alto de lo que otros se atreven a imaginar,

el hormiguero a través del cual fluye nuestra forma de todo.


Luchando en un ring, por la eterna batalla interna,

que describe con precisión correcta lo que es justo y lo que no, en tu propio mundo,

postulando teorías sobre la profunda conspiración, más compleja o menos simple,

lo receptivo de tu mente a aprender de experiencias ajenas de proveniencia inexacta.


Te he visto en un cartel de Se busca colgado por ti,

abatido por sufrir la derrota de perderte en ti mismo,

haciendo cálculos con números pares e impares que rigen lo refutable,

esparciendo las creencias de un ser, ahora imberbe.




Dime si tu vehículo tiene autonomía suficiente para llegar al quid de la cuestión,

conseguir arrebatar materia fecal de tu subconsciente,

posicionar un mundo muy ajeno al que difícilmente vislumbra tu mirada,

una mirada perpetrada por los ladrones de las señales de esa larga autopista mental.


Tus ideas, aparentemente claras,

son disueltas en un sinfín de sinónimos y antónimos no diferenciables,

mezclándose hasta disolver sus sabores individuales, dejan paso al ingrediente estrella,

esa chispa de moda, que nos hace iguales ante el ojo de la conciencia social.


Esa forma de vislumbrar tu pasado, da como dudosa recompensa,

la acción que da forma a no tolerar a los que aventuran una idea ya presente,

pero inconcebible, para los ojos del pueblo, cubiertos con una cortina de espeso humo,

dificultosa neblina que les permite tener visión, pero no observar para poder reconocer.


Envueltos en una nube de tejemanejes constantes,

aclarados por la ficción no cinematográfica,

aplicando el arte de la seducción verbal con historias francamente vulnerables,

tan sólidas y determinantes como lo es el hombre para dominar a la Naturaleza.


El complot que gira en torno a crear una sociedad desigualmente igual toma forma,

cada gota de leche que se le añade al café, se va enraizando en la mezcla,

perdiendo su gusto natural, el que lo convierte en algo único y exclusivo,

controlando el progreso de pérdida de peso, en cuánto a individualismo de carácter se refiere.


Permítame parafrasear al gran sabio romano Cicerón,

que con gran aplomo afirmó que,

``La verdad se corrompe tanto con la mentira como con el silencio´´,

mientras digo con total seguridad, que luches por seguir tu camino, el único, el de la verdad.




Antes de que la partida marque un fin del juego,

lucha por concretar tus deseos, ser tú el dueño de tu vida,

y no el controlado por un jugador que con su mando juega contigo sus cartas, en tu misión,

de infiltrado, recluyéndote como parte de su historia, residiendo en tus memorias.


Y mientras continúo con la lucha interna del poder y el querer,

trazo líneas continuas en mi hormiguero visualizado,

por una persona desconocida, en el lugar equivocado.


Con sentimientos de pasión y gloria,

alcanzaré la llama de la victoria,

proclamando así los juegos olímpicos de mi mente,

en los que siempre me cuelgo medalla de oro.


Y mientras finalizo mi experimento de azar y lucha,

lleno poco a poco con las monedas de mis experiencias,

una mente concurrida por otras, con pretensión de reubicar mis pensamientos,

alimento las sombras con luz y elimino de su dieta otro tipo de alimento.


Lanzo al vuelo dados que tocan el suelo, dando de sí lo máximo,

haciendo que las fichas caigan cada vez en una nueva historia, apasionante sin duda,

trabajando en la única empresa, de la cual soy jefe,

Yo mismo.


Y mientras me interno en el hormiguero,

cruzando la línea de lo desconocido,

me doy cuenta, de que tal vez,

ahora soy yo, mi propio recorrido.




Un inmigrante en el hormiguero,

un inmigrante en mí mismo,

un ser ensimismado con lo perdido,

observando con fiereza el descampado que ahora resultó ser yo.


Un soñador con intérprete equívoco,

un guerrero por la causa de otro,

sin hallarme en medio de mi mismo,

alcanzando la extrema manipulación de una sociedad que busca ser ecuánime.


Y de cuando en cuando, elimino mis tatuajes,

dejando que fluyan mis creencias,

calculando el número de posibilidades de la felicidad eterna,

resistiendo la tentación de dejarme llevar, de caer en la trampa de la mediocridad.


Rompo con rabia la declaración del estado libremente vigilado,

redacto una declaración de independencia total,

la coloco en un atril que permanecía desatendido,

proclamo en mí un estado de verdad, un estado de libertad.


Detrás del cambio, hay una pregunta,

¿QUIÉN SOY?,

luego, ando por el laberinto del hormiguero,

como una hormiga, que deambula perdida en su propia creación.


Decido, anclado en el suelo con infinita paciencia, formar parte de mi historia,

cargar con todo el peso de mis increíbles memorias,

pero para encontrar el tesoro, he de excavar primero,

trazando caminos, hacia lo más profundo de mi hormiguero.




Gentileza de su autor:
Aday Pérez Tacoronte
Gáldar, Gran Canaria.
Imágenes by: chevronguy

No hay comentarios:

Publicar un comentario

No dudes en expresar tu opinión. ¡Construyamos!