ME ACOMPAÑA GENTE ESTUPENDA... DE "ESA GENTE QUE ME GUSTA"...

miércoles, 3 de marzo de 2010

EL HOMBRE DE LA LLUVIA


Hacía tiempo que no llovía en aquella aldea. La sequía había provocado el caos en la población que vivía fundamentalmente de los frutos de la tierra. No sólo aparecieron enfermedades sino que la deseperación había acarreado múltiples conflictos de convivencia. El clima reinante era triste y agrio.

Los deseperados rezos, plegarias y rituales ancestrales resultaban baldíos. Llegados a este extremo, los sabios del lugar recurrieron al gran hombre de la lluvia. Cuando éste llegó al lugar, observó la desolación y, ante la mirada atenta de los ancianos, pidió una cabaña a la entrada de la aldea, así como agua y pan para cinco días. Nadie entendía nada. Todos esperaban que el hombre les dijera lo que tenían que hacer y lo tenían todo dispuesto para facilitarle lo que quisiera, (por extravagante que fuera), pero el hombre de la lluvia no pidió nada más.

Pasaron los tres primeros días y los aldeanos se quedaron en sus casas, expectantes. No hubo riñas, ni más enfermos, ni más tristeza. Todo era silencio y expectación.

Muchos oraron para dar fuerza al hombre de la lluvia. Al cuarto día llovió. La gente volvió jubilosa de los campos y lugares de trabajo y se dirigió a la cabaña del hombre de la lluvia para festejarlo. Todo el mundo, especialmente los sabios, querían conocer el gran secreto que había traído las lluvias a su aldea.

Él les contestó: -"Yo no puedo hacer que llueva"-.

Aquellas palabras resultaban increíbles.

-"Pero sin embargo llueve"-, decía la gente.

El hombre de la lluvia aclaró: -"Cuando vine a vuestra aldea, vi el desorden exterior e interior. Fui a la cabaña y yo mismo me puse en orden. Cuando yo estuve en orden, vosotros también os pusisteis en orden y, cuando ya estuvísteis en orden, también la naturaleza se puso en orden y, al ponerse en orden, llovió"-.


Nota:

Este relato, adaptado de la versión del monje benedictino y maestro espiritual Willigis Jäger en su libro "En busca del sentido de la vida", nos acerca a la mayor responsabilidad que tenemos con nosotros mismos, con los demás y con la existencia, que no es otra, que ponernos en orden con nosotros mismos. Si en nuestro interior hay paz, comunicamos paz y creamos paz a nuestro alrededor. Por eso, si queremos cambiar este mundo, debemos empezar por nosotros mismos. Y comenzar por ponernos en orden para sentirnos en paz.


Re-envío que agradecemos a:

Isabel Serrano Romero.

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